Jesús de Vilallonga (Santa Coloma de Farners, 1927-Barcelona, 2018) es uno de los secretos mejor guardados de la pintura catalana de la segunda mitad del siglo XX: formado en el taller de Ramon Rogent donde conoce a Joan Ponç y en la École des Beaux-Arts de París con Marcel Gromaire, se traslada a Quebec en 1954 y es contratado por la Dominion Gallery de Montreal, a la que permanecerá ligado durante los próximos treinta años. Canadá es el lugar donde llevará a cabo una gran parte de su obra y donde recibirá los principales encargos.
Su obra es una síntesis muy personal de diversas corrientes, como el surrealismo, el simbolismo y el manierismo, mediante las que reelabora una figuración lírica de matriz onírica y se opone al predominio de la abstracción y el informalismo en el panorama internacional. Dotado de un dominio primoroso del dibujo, sustituyendo el óleo por la pintura al temple y con un afán experimental incesante que lo lleva a practicar el collage, el grabado, la escultura, la ilustración de libros y el arte digital, su obra se nos muestra como un magnífico ejercicio de libertad creativa que nos puede hacer pensar asímismo en las poéticas de los grandes líricos del siglo XX como Joan Ponç o Marc Chagall. Como ellos, creó su propio imaginario y lo fue desarrollando en el transcurso de su fecunda carrera, guiado siempre por el "ojo interior" del que hablaba Freud.
Con esta exposición comisariada por su hija Marta de Vilallonga, la Fundació Vila Casas quiere recuperar y homenajear la trayectoria de un artista que fue una de las rara avis más singulares del arte catalán de la segunda mitad del siglo XX.
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