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JOSEP CLARÀ

— JOSEP CLARÀ Y EL UNIVERSO DE LA ESCULTURA

“Clarà es uno de los protagonistas indiscutibles de nuestra historia del arte más reciente.”

 

Cristina Rodríguez-Samaniego.

 

La presente muestra es fruto de la voluntad de la Fundació Vila Casas de difundir y poner en valor la figura y obra de Josep Clarà (Olot, 1878-Barcelona, 1958) y su vez la escultura como disciplina. El título lo deja claro: Josep Clarà y el universo de la escultura.  La exposición se estructura en cinco ámbitos y ha sido dirigida por Cristina Rodríguez-Samaniego, doctora en Historia del Arte y especialista en escultura moderna y contemporánea.

Experta conocedora de la figura de Clarà, la historiadora remarca la importancia de su obra. En el texto introductorio del catálogo, lo describe como "un artista culto, intuitivo y sensible. Una persona reflexiva, inteligente e ingeniosa, de carácter emotivo, perseverante y vital"; y con una cualidad constante: la incansable investigación entorno a la belleza.

Josep Clarà se inició en el arte en la Escuela de Dibujo de Olot de la mano del pintor Berga i Boix (1837-1914). A los diecinueve años ingresó en la Escuela de Bellas Artes de Toulouse (Francia) y posteriormente se trasladó a París en 1900, donde residió hasta el año 1932, cuando volvió definitivamente a Barcelona.

Aunque ya en sus inicios Clarà se mostró estrechamente vinculado al naturalismo, llegó a la madurez habiendo experimentado diferentes estilos. Durante los primeros años en París la admiración hacia su amigo Auguste Rodin (1840-1917) y el simbolismo que lideraba se puso de manifiesto: decide dedicarse definitivamente a la escultura y centrarse en la expresión escultórica de emociones y sentimientos. Èxtasi, obra icónica y que encabeza el primer ámbito de la exposición –“Clarà escultor: Èxtasi, 1903”–, es un buen ejemplo.

En el año 1910 viró hacia el clasicismo de vanguardia, con propuestas de raíz clásica y mediterránea propias del Noucentisme. Esta evolución surge fundamentalmente gracias a la influencia de su amigo Aristide Maillol (1861-1944) con quien compartía sintonías personales y profesionales. Hacia 1920, intensificó la depuración de los volúmenes y asimismo la idealización de cuerpos y rostros.

Con el fin de dar a conocer mejor la parte íntima de los procesos creativos de Clarà y de los escultores, se dedica un ámbito a los talleres: cómplices silenciosos de la creación. A partir de distintos ejemplares de una misma escultura, el ámbito “El taller: La cortesana, 1907-1908”, nos ofrece un recorrido por los diferentes estudios habitados por Clarà y el proceso escultórico.

Además de su vocación plástica, el creador de Olot fue un ferviente apasionado de la ópera y la danza. Frecuentaba sitios donde poder dibujar a partir del movimiento, lo que lo llevó a relacionarse con músicos y bailarinas, entre las que destaca la bailarina y coreógrafa norteamericana Isadora Duncan (1877-1927), con quien Clarà estableció una intensa relación sentimental. La obra que da nombre al tercer ámbito “Modelo(s): El ritme, 1916” fue creada durante la Primera Guerra Mundial y es un canto a estas pasiones. Y también una reivindicación del arte como alivio en época de reconstrucción después del dramático conflicto.

La última etapa de la evolución de Clarà coincide con su regreso a Catalunya a la edad de cincuenta y cuatro años: una fase de contención expresiva y definición incluso más pura.

El artista llega a Barcelona poco antes del inicio de la Guerra Civil. El ambiente sociopolítico que se respiraba durante y después lo incomodaban, pues ya había experimentado vivencias complejas reveladas en sus dietarios y correspondencia. El esbozo de Monument als caiguts (1950) es un ejemplo de este malestar, un manifiesto público de su inconformismo hacia el franquismo que podemos ver en “Espacio público: La deessa, 1928”.

El éxito ya rodeó a Clarà a los cuarenta años, una época en que empezó a exponer en diferentes países de Europa y América. Un reconocimiento avalado por encargos de prestigiosas instituciones y distinciones notables, como la Legión de Honor del gobierno francés en 1917. Esta visibilidad contribuyó a un enriquecimiento de sus conexiones en otros entornos.  Este es el tema del último ámbito: “Un mundo de relaciones: retratos Deering, 1928”. Gracias a su amistad con Ramon Casas, Clarà conoció al magnate norteamericano Deering, con residencia en Sitges. El escultor recibió diversos encargos del mecenas, incluso para su residencia en los Estados Unidos. Fruto de esta buena relación surgieron proyectos importantes, entre los cuales destaca la instalación de un ejemplar de La serenitat (1910-1911) en un parque en Washington (EE.UU.).

Casi diez años después de la muerte del escultor, se cumplió su última voluntad: ubicar el Museu Clarà en su residencia-taller en Barcelona, con más de ochocientas esculturas, mil dibujos y una colección particular formada por obras de numerosos creadores. El polémico cierre del espacio en el año 1995 obligó a trasladar este patrimonio al Museu Nacional d'Art de Catalunya, del que una gran parte se encuentra actualmente en el Museu de la Garrotxa en Olot.