SALA 1
VARIOS ARTISTAS
— Maillol Horvat
El escultor es un hombre enamorado de las formas.
Maillol
La fotografía es el arte de no apretar el botón.
Horvat
Bajo el título Maillol Horvat (Gallimard - Galerie Dina Vierny), en 2015 se publicó un libro que mostraba fotografías realizadas por Frank Horvat (Abbazia, 1928) de terracotas del escultor Aristide Maillol (Banyuls-sur-mer, 1861-1944), acompañadas por pensamientos del fotógrafo.
La muestra que presentamos ahora, comisariada por Àlex Susanna (que firmaba la introducción de aquel libro), pone por primera vez al alcance del público estas obras, fruto de la confluencia de ambos artistas. Los visitantes podrán disfrutar en primera persona de 18 esculturas y 59 fotografías que transmiten toda la sensibilidad y la delicadeza con que escultor y fotógrafo trataron a sus modelos.
Maillol se formó en Bellas Artes en París, pero no se topó con la arcilla y sus posibilidades escultóricas aproximadamente hasta los 40 años, y lo hizo de una manera casi accidental. Sus primeros pasos como pintor y como tapicero, influido por el movimiento Arts & Crafts, no obtuvieron el reconocimiento deseado. La grave enfermedad que padecía en un ojo le abocó a la escultura sin ser consciente de que esta disciplina se convertiría en su mejor aliada. En 1902 celebró su primera exposición con el apoyo del marchante Ambroise Vollard, una muestra que le abriría las puertas a una nueva vida, al recibir un reconocimiento por parte de la crítica que desde entonces le permitiría vivir de su arte. Rodin fue uno de sus primeros clientes y también una de las figuras que más influyeron en su obra durante la primera etapa. No obstante, no tardaría en explorar su propio estilo tridimensional, totalmente entregado a la idea de perseguir las formas, siempre a partir de figuras femeninas.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la obra de Maillol cayó en desprestigio debido a su amistad con Arno Breker, el escultor oficial del Tercer Reich, una amistad de la que Maillol no quiso renegar, en gran parte por su desafección política. Su imagen se recuperó en 1964, cuando se expuso en el jardín de las Tullerías de París una importante serie de sus esculturas en bronce. Francia reivindicaba, así, la figura de Maillol como su gran escultor del siglo xx junto con Rodin y Bourdelle. En el terreno internacional, personificó como pocos la alternativa serena, clásica y meridional frente al impresionismo rodiniano. En Cataluña fue un modelo para la plástica noucentista.
Horvat es uno de los numerosos fotógrafos que se han sentido atraídos por la obra de Maillol. Ambos comparten pasión por la mujer: si uno de ellos dedicó media vida a dar volumen a las formas femeninas, el otro las ha inmortalizado en miles de fotografías, siempre en busca de la mirada y la expresión del alma. El ojo y la cámara de Horvat son capaces de extraer lo más genuino, incluso cuando se trata de figuras de terracota.
Horvat convivió durante meses con estas figuras, que colocaba sobre una mesa con ruedas de su estudio. Con meticulosidad e intuición buscaba el punto en el espacio y el ángulo adecuados y, cuando su modelo estaba preparada, apretaba el botón con cierta serenidad y con el espíritu propio de un poeta. «Para mí, la fotografía no es realmente un arte visual, sino algo más cercano a la poesía», decía. El resultado: un diálogo entre él y esas mujeres estáticas, aparentemente silenciosas pero llenas de inquietudes y pensamientos. Horvat supo escucharlas y transmitir su dimensión espiritual. ¿Pura magia?
Frank Horvat descubrió la cámara siendo muy joven y de manera casi casual. Hijo de una familia de médicos, se familiarizó con esa la fotografía gracias a un tío suyo aficionado a esta disciplina. Una vez descubierta su pasión, dio los primeros pasos durante su juventud a partir de una visita espontánea a la agencia Magnum en París. El recibimiento por parte de su futuro maestro, Henri Cartier-Bresson, le dejó frío: «¿Quién te ha puesto los ojos en el estómago, Dios? » Aquel comentario afectó tanto a Horvat que, irritado, se lanzó a la caza de su instinto más puro. Desde entonces se ha mantenido alerta, con la cámara a la altura de los ojos.
Horvat inició su carrera como reportero, pero no tardó en adentrarse en el mundo de la moda, tanto en Europa como en los Estados Unidos, trabajando para las marcas y revistas más selectas. A pesar de la frialdad de aquellos entornos, jamás abandonó la búsqueda de la sensibilidad y el espíritu de todo lo que retrataba, un estilo que creó tendencia.