Viaje a la esencia de la pintura es una exposición que muestra la evolución de este artista barcelonés desde los años noventa hasta nuestros días. Los enormes cuadros de Pombo dejan entrever dos pasiones: una, estrechamente vinculada al arte de pintar, y la otra, al de vivir. El artista habla de la necesidad de expresar sus emociones a través de la pintura en un constante periplo de investigación y superación. Descubrimientos que surgen gracias a los habituales diálogos en su interior y en el contexto de escenarios en los que se asienta durante un plazo de tiempo breve o largo.
Jorge R. Pombo nació en Barcelona en el año 1973, y ha acumulado una amplia experiencia viajando. Sus estancias en Suecia y Groenlandia marcaron una etapa pictórica de paisajes nevados y fríos, cuyos matices de blancos y grises ponen de manifiesto su dominio de la pintura al óleo y nos evocan las atmósferas del pintor alemán Caspar David Friedrich (1774-1840), por quien Pombo siente una profunda admiración.
Sus primeros pasos a finales de los años noventa, cuando pintó imágenes realistas y superpuestas de paisajes y posteriormente de ciudades —en parte por influencia del artista alemán Gerhard Richter (1932) —, revelan una riqueza compositiva que no pasa desapercibida. Las continuas vivencias fuera de su entorno habitual nutrieron las ansias creativas de Pombo, que se imponía nuevos retos a cada paso.
Diseñador y grafista de formación, se topó con la pintura casi por casualidad, pero esta se convirtió en una necesidad física y mental cuya dimensión material ha sido la clave de su enamoramiento y dependencia artística.
Una estancia prolongada en París y otra en Nueva York, donde vivió casi cinco años, además de varias visitas a ciudades de Italia, Turquía, México, los Estados Unidos, Catar, etc., contribuyeron a que el artista se lanzara a nuevos retos pictóricos con un espíritu de superación constante y un alto nivel de autoexigencia. «Salto del pleno convencimiento en lo que hago a la inseguridad más insoportable», confesaría.
La evolución de su arte, de un estilo figurativo a otro más abstracto, es consecuencia de un constante y meditado viaje personal y creativo, aunque ambas maneras convergen con normalidad en sus obras. El profundo respeto que Pombo siente por la historia del arte, y concretamente de la pintura, y su admiración por grandes maestros como Velázquez, Caravaggio, Tintoretto, Tiziano y Delacroix, entre otros, ponen de manifiesto que su relación con la pintura y su expresión creativa no son azarosas, sino fruto de una profunda meditación y una constante experimentación.
Las obras de Pombo son el resultado de vivencias, pensamientos y prácticas, lo que él llama una especie de zapping de múltiples factores que influencian su proceso pictórico. Y así han ido surgiendo varias series desde que en 1998, con veinticuatro años, mostró su primera obra al público en Barcelona. Mapas de ciudades superpuestas, variaciones de obras de grandes maestros clásicos, paisajes verdes y nevados, son algunos de los capítulos pictóricos que ha ido realizando con una entrega y fidelidad totales. El hilo conductor que los une no se halla en el concepto, sino en aquello que reivindica de manera más insistente: su interés por profundizar en la práctica de la pintura.
En esta muestra veremos obras de gran formato que representan a las series más destacadas, lo que nos permitirá observar tanto el dominio de la técnica en cuadros realistas como su fascinación por el concepto de mancha, entendiendo que estas pueden emocionar tanto o más que aquello que reconocemos. También asistiremos a la capacidad de Pombo de destruir aquello que ha pintado como camino para encontrarse a sí mismo frente al proceso pictórico.