Texto de sala


El Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) ha emprendido una nueva etapa que auguro decisiva, tras un primer cuarto de siglo con los extremos propios de toda iniciativa viva: paraíso, purgatorio e infierno, casi en sucesión cronológica. Considero que este es un buen momento para recuperar la figura de excepción de Julio González, tótem legitimador de la institución valenciana y enigma todavía abierto en la configuración del relato artístico contemporáneo, a partir de esta rigurosa selección de dibujos procedentes del museo. Imaginativos dibujos de escultor, en efecto —retengan el adjetivo—, alejados de la figuración ilusionista levemente decorativa de algunos de sus diseños noucentistes. El secreto del arte actual, narrativo o abstracto, conceptual o performativo, es sencillamente que la trama de medios plásticos aporta su contenido: el universo formal del artista barcelonés enraíza en esta propuesta audaz que subraya y pone en valor la densidad y el riesgo de las obras.

La fortuna crítica de Julio González ha sido tardía, concéntrica y anclada en su obra. Respetado siempre y fallecido en la clandestinidad de la Francia ocupada en 1942, su trabajo no llegó a alcanzar el eco público de otros maestros fundacionales de las vanguardias históricas. Tuvo clientes y amigos, escasos pero incondicionales, de Picasso a Gargallo. Fue admirado en silencio por sus contemporáneos, sin renunciar jamás a la destreza artesanal característica de la menestralía catalana de fin de siglo de la que procedía. Pierrette Gargallo, en uno de los escasos testimonios directos y personales existentes sobre el artista, lo evoca elegante y sereno, quizás discretamente expresivo pero rotundo y radical en las apreciaciones. Alejado siempre de las componendas del oficio y de los guiños equívocos de la bohemia. Su taller fue su mundo y acaso nos habla mejor de su personalidad que otros perfiles a menudo confusos cuando apuntan a la sorprendente singularidad del escultor. Fue cómplice de Picasso, pero con una fidelidad crítica y arriesgada. Afrontó su quehacer con la seriedad y la disciplina que marcaron su vida de artista y ciudadano ejemplar: u