Influenciado por la transvanguardia y seducido por el cómic y el diseño gráfico, Puig se sumerge en una etapa de paisajes románticos, que derivará en la reivindicación de las raíces del Pop Art. Su estancia en Nueva York, en 1992, significó un replanteamiento de sus prioridades plásticas; La densidad de la materia y el gesto le acompañarán en las múltiples e incesantes transformaciones creativas. Manufactura rápida y vigorosa de colores terrosos, rojizos, blancos y negros que se convierten en espacios de reflexión de la esencia de la vida y un evidente retorno a sus orígenes más primitivos.