Los inicios escultóricos de Susana Solano se sitúan en la escultura minimalista, aunque la artista se aleja de autorreferencialidad propia de este movimiento para remitirse a un mundo más poético y personal. Recibe el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1988 y, durante la década de los años noventa, se aprecia un cambio sustancial en su trabajo, que bajo una apariencia hermética evoluciona hacia formas orgánicas sensuales e introduce nuevas disciplinas artísticas como, por ejemplo, la fotografía, el vídeo o la instalación. Además, su visibilidad internacional se consolida con grandes muestras en museos como la Whitechapel Art Gallery (Londres) y el San Francisco Museum of Modern Art (CA, Estados Unidos), entre otros.