Su obra toma como punto de partida el paisaje, atmósferas que con un lenguaje espacial, gestual y de signos, le sirven para proyectar espacios interiores íntimos, evocadores de todas aquellas sensaciones percibidas frente a la naturaleza. Utiliza el grattage y el dripping, recursos técnicos propios del informalismo y del expresionismo abstracto, y también veladuras superpuestas. Con una paleta de colores mediterráneos, borra los límites entre la figuración y la abstracción, entre la realidad y la fantasía para dialogar en un espacio fronterizo donde las dicotomías conviven en armonía, manteniendo un equilibrio entre materia y espíritu. Fue galardonada con el Premi Sant Jordi en 1979.