Sant Cugat del Vallès, Barcelona, 1946
La escultura de Pep Codó es un reconocimiento a las formas de la naturaleza, a los procesos de transformación y, por lo tanto, a la huella del tiempo en nuestro relieve natural y social.
A través de un estudio consciente del material pétreo, examina su núcleo sensitivo para dar volumen a un cuerpo que podemos entender en origen como amorfo, y busca su simbología y significado reales, cuál es en definitiva la forma escultórica de aquella piedra, dotando de vida lo que se nos sugería totalmente inerte. De este modo, el resultado final muestra en sí todo el proceso evolutivo de la pieza, desde la conceptualización hasta el último toque.