Pascual Casaubón adopta de su tierra la piedra de Ulldecona a la que infunde vida y síntesis. Desfigura la masa para mostrarnos una especie de cuerpo vivo, orgánico. Arte en tensión, formas sensuales de donde surgen agua, grietas, estratos, sedimentos, formas fálicas, ovoides y montículos que se levantan hacia el cielo o se extienden a ras de tierra. Una fusión entre el rigor de las rectas y la gracilidad de las curvas, que son como acantilados que nos empujan al vacío vertiginoso. En sus más recientes se advierten formas geométricas de abstracción simbólica que rememoran el modernismo catalán de raíz gaudiniana.