Las formas abstractas y de expresividad cromática que danzan en las telas reflejan el embriagado existencialismo de las contradicciones humanas. Bajo el principio de Maurice Denis, en el que un cuadro es una superficie plana cubierta de tonalidades dispuestas dentro de un cierto orden, el artista nos adentra en el profundo universo donde el pensamiento fluctúa entre ritmos, símbolos, contrastes y elementos heterogéneos que se metamorfosean y se amontonan para acabar construyendo un intrínseco microcosmos traducido en colores.