Barcelona, 1974
Pintura objetiva, escultura y fotografía se entrelazan con armonía y delicadeza. Oriol Teixidor genera una auténtica poesía visual en la que las acciones más banales y cotidianas son la expresión del derrumbe de las fronteras entre las múltiples disciplinas artísticas. Utiliza la metáfora visual del silencio, arrastrando al espectador hacia un mundo inmaterial, místico y sensible, habitado por el recuerdo y la memoria.