Miguel Macaya pertenece a una nueva generación de pintores realistas. Su obra, definida como “existencial” y alejada de las corrientes vigentes, exhuma figuras y objetos de la tradición que nos trasladan a tiempos casi apocalípticos. Reminiscencias goyescas de claroscuros barrocos, asediadas por un fondo tenebroso y silencioso donde el negro infinito es alusión ciega de emergentes interrogantes. Naturalezas muertas, retratos de animales y de personajes como toreros, son proyectados desde su irónica imaginación como manifestación de todo aquello invisible.