Con una mirada contemporánea, combina el erotismo con la moral y el perfeccionamiento de la cultura renacentista. Retrata escenas basadas en mujeres de la pintura italiana o flamenca que cohabitan con timbrados cromatismos contemporáneos. Yuxtapone iconografías y escenarios de los siglos XV-XVII y XXI. Sus fotografías recrean a la mujer en posturas y actitudes que apelan directamente al espectador, al que otorga un papel de voyeur. Vargas escenifica la sensualidad de madonnas contextualizadas en decorados y vestimentas que aluden al cuadro original, que, en ocasiones, incluye en el fondo de las composiciones.