A través de la memoria, Maria Helguera establece un puente de diálogo entre su Argentina natal, de la que se exilió en 1976, y su rearticulación planteada desde Cataluña. Con una factura vigorosa y material, acompañada de una gama cromática vinculada a sus orígenes, Maria Helguera se despoja de todo lo que ha aprendido para llegar al estado más puro del ser. De este modo sus trabajos presentan un mundo donde conviven personajes y elementos compositivos propios del imaginario argentino, con evidentes influencias del arte contemporáneo catalán de artistas como Hernández Pijuan o Ràfols Casamada.