Castro ubica al espectador en la atracción del misterio mediante una dermis de pintura figurativa intimista. Con un dibujo sencillo, de formas simples y definidas, sus personajes, al acecho, evocan una nostalgia infundida de complicidad, reflexión y curiosidad para indagar qué sucede en la escena. Artista cautivado por la atmósfera, las vibraciones producidas por la composición, así como por el modo táctil que deja su poso en la tela. La obra de Castro rehuye los estereotipos y se encorva por la risa oculta y la sonrisa burlesca en una paleta de tierras ocres, rojizas y anaranjadas.