Cuadros de paisajes y libros, de casas abandonadas, partituras y flores sobre un piano, y de jardines perdidos tras un muro hermético; elementos evocadores de un recuerdo, de la presencia huidiza de lo permanente. La sutileza en el trazo es el reflejo del ejercicio de la caligrafía china que propicia la presencia, y al mismo tiempo la frágil ausencia, de un entorno inmediato o de objetos cotidianos. Su pintura es el resultado del fruto de la sedimentación, pausada y lenta, de lo visto, escuchado, pensado, recordado, deseado, perdido o soñado.