Afincado en París desde el año 1957, Jiménez-Balaguer ha desarrollado a lo largo de su trayectoria un lenguaje abstracto protagonizado por la forma y la materia. Sus lienzos incorporan pedazos de tejidos, cordajes o madera, elementos que se entrelazan en el espacio para configurar una obra expresiva, melódica y táctil. A través de la materia y el volumen elabora un vocabulario propio, fruto de un proceso introspectivo, que desprende intensidad y una gran fuerza expresiva.