A los dieciocho años empieza a utilizar la cámara fotográfica como instrumento de canalización creativa y de interpretación de su propio imaginario. Autodidacta, investiga las posibilidades del poder de transformación de la luz para perfilar, modelar, idealizar y dar expresión a sus retratos de imperfecciones enmascaradas. A través de la fotografía explica y denuncia el deterioramiento físico fruto de las enfermedades y de la irreversibilidad temporal. Bebiendo de los referentes introducidos por Frida Kahlo, Jo Spence y Hanna Wilke, Vizcarra consigue mostrar la belleza de los cuerpos que impugnan el victimismo y que revelan la realidad física más cruda para adquirir la belleza más profunda de sus almas.