A lo largo de los años aprendió a dominar el oficio de la madera y a familiarizarse con la versatilidad tipológica, que variaba en función de la obra. Guerreros, naturalezas muertas, máscaras, pájaros y jaulas que habitan en un escenario protagonizado por la luz que se cuela entre los nervios corpóreos y volumétricos que velan por un equilibrio cosmológico, la prestidigitación y la expresividad más elucubrada o introspectiva. Como instrumentos arcaicos de cuerda, yuxtaponen ritmos y cadencias que se escuchan más allá de unas fronteras que separen el mundo real del subconsciente.