Barcelona, 1958
Estudioso de la fotografía, Jordi Cuxart explora los límites más incógnitos de la imagen para descubrir los rastros básicos que hacen reconocibles los cuerpos y revelan la pureza originaria de las formas naturales. Mediante el uso minimalista de la luz, el hallazgo perfecto entre volúmenes y líneas convierten la instantánea en testimonio de un momento en el que figura y movimiento se encuentran en armonía.