Barcelona, 1958
Aballí pertenece a una generación de artistas catalanes (junto con Pep Agut o Mabel Palacín) que en los noventa, recuperaron las estéticas conceptuales, la reflexión sobre el proceso creador y la condición política del arte. Su obra integra la cotidianidad dentro de la gestación artística, el transcurso del tiempo y sus huellas, así como la relación del hombre con su mundo contemporáneo. El artista se cuestiona las fronteras entre espacio físico-imaginado-representado, lánguida línea que separa realidad-ficción, presencia-ausencia, materialidad-volatilidad.