Pintor consagrado, Federico Beltrán-Massés se formó en Madrid y Barcelona, donde fue discípulo de Joaquín Sorolla. Desde un comienzo en el que capta la esencia de muchos artistas españoles, evoluciona hacia la representación del mundo rural envuelta por un naturalismo trágico. En 1910 su estilo se consolida por medio de unas composiciones alegóricas cargadas de simbolismo, donde los retratos femeninos y masculinos desbordan sensualidad y belleza, a la vez que quedan enturbiadas por un espectro perverso y decadente. Fue miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Madrid i recibió numerosas conmemoraciones como caballero del Orden de Malta o de la Legión de Honor.