Sus cuadros son manifestaciones de un cosmos inescrutable y hermético de espacios interiores formulados por una simbología de figuras y objetos inmóviles, de colores envejecidos y prodigiosamente elaborados, que testimonian cierta atemporalidad. Muñecas de faz envarada, relojes de arena, toros y animales domésticos son los figurantes de una fauna significativa y significante. Despiadadamente crítico, Planell rehuye la realidad cotidiana y tosca para sumergirnos en un universo poético, ilusorio y de ciertas reminiscencias medievales.