El trabajo de Anna Malagrida no intenta denunciar nada, sino que simplemente quiere reflejar la falta de comunicación y el individualismo imperante en nuestra sociedad actual. El retrato ha sido para la artista el origen de su afición a la fotografía, como lenguaje y mayor herramienta crítica del mundo contemporáneo. Sus fotografías de gran formato representan escenas de interiores con protagonistas de rostros inexpresivos y mirada perdida al infinito enmarcados en un universo aislado. Mediante una sutileza lumínica, hay un claro deseo de ir más allá y confundir las fronteras que separan pintura y fotografía; la artista envuelve sus imágenes de una atmósfera enigmática y misteriosa.