En una apuesta por la trascendencia y la espiritualidad del arte, sumida dentro de la línea de artistas como Rothko, Klee y Malevich, entre otros, Ángels Marcos–González abandona el periodismo y focaliza sus deseos más profundos en la pintura y la escultura. Sus telas nos ofrecen un mundo singular habitado por figuras sintéticas que emigran hacia la antigüedad y las culturas tribales de América y de África, donde se introducen los conceptos del azar y del tiempo. Con el objetivo de dar protagonismo al factor corrosivo de la naturaleza, adhiere lienzos y hierros sobre la superficie. La pátina ferrosa con una reducida gama cromática, como son el azul, el rojo y el negro, y el uso irónico de los títulos, se convierten en rasgos distintivos de un trabajo lleno de lirismo y sensibilidad.