A través del trabajo de Àlex Voltà se rebela un universo inédito, en busca de una imagen insubordinada entre estandarizadas normas convencionales. Pintor de riberas siniestras, desérticos espacios en ruinas, ajedrezados suelos con matojos y cipreses grisáceos, árboles con ramas desnudas y perennes lunas que menguan o crecen. Sus espacios están habitados por inquietantes figuras antropomorfas, en un proceso disgregador de sus rasgos distintivos. La belleza creada por Voltà es evidentemente perturbadora y ardua ya que no encaja en los cánones ideales de belleza pero le otorga la extravagancia de lo común, la “extrañeza de lo familiar” freudiana.