Desde sus inicios, el artista desarrolla un claro compromiso con la fuerza arterial de la ciudad, cuerpo orgánico-social que reproduce la debilidad y la fortaleza del hombre contemporáneo, ya que se fija en la barandilla de hierro, sobria, mínima, que toma como simple elemento compositivo, para desplegar originalidad, imaginación e ironía. El lenguaje de cada una de sus esculturas presenta una libertad expresiva, una aventura autónoma que empieza y acaba en ella misma, un equilibrio premeditado que reta la geometría ortogonal y una concepción del espacio transitable.