A principio de los años 70 realizó varias exposiciones tanto individuales como colectivas, destacando en 1976 la monográfica que se celebró en la Sala Gaspar y que reunió su producción más madura hasta el momento. Sus obras evocan la evolución hacia un minimalismo de tipo caligráfico donde la composición entre línea y fondo adopta un equilibrio cromático que aporta profundidad y armonía lumínica al conjunto, haciendo que el trazo tome relieve y adopte un ritmo propio para dar vida a aquellas partículas de vida que pasan inadvertidas y que en ocasiones nos recuerdan los procedimientos abstractos y coloristas de Kandinsky o Klee.