Con un estilo inconfundible, Ramon Calsina i Baró es uno de los artistas catalanes más enigmáticos del siglo xx. Su pintura, a menudo incomprendida, destaca por el atractivo y la capacidad evocadora de los temas, en una especie de realismo mágico situado en el Poblenou obrero donde creció. También exploró el ámbito del dibujo e ilustró El Quijote y las obras de Edgar Allan Poe, entre otras, y en 1964 se le concedió el premio de dibujo de la Fundació Ynglada-Guillot. Situado fuera de todas las corrientes artísticas, su relación con el mercado del arte fue siempre discreta, pero con el transcurrir del tiempo fue ganando reconocimiento, y dos años antes de fallecer fue galardonado con la Creu de Sant Jordi de la Generalitat de Catalunya (1990).