El arte de la tridimensionalidad pronto le sumerge en una abstracción de raíz constructivista y en el mundo irracional de ascendencia surrealista. Crítico y a la vez irónico, se nutre de movimientos vanguardistas como el dadaísmo, aunque nunca abdica de su lenguaje de huella autóctona. El extraordinario dominio de la técnica del dibujo, el hecho de saber armonizar monumentalidad y paisaje, la relación indisoluble entre los elementos orgánicos extraídos de la naturaleza y las formas geométricas, así como la introducción del fragmento como elemento indispensable de reformulación, nos abren nuevos caminos y perspectivas dentro de una inagotable fuente de expresión de ideas y pensamientos innovadores.