Con resonancias del expresionismo abstracto norteamericano, los inmensos lienzos de Manu Algueró proponen un juego con la materia, el color y el gesto del artista en la búsqueda del impacto visual. La gran cantidad de pintura que crea múltiples texturas, sombras y relieves es conducida por una espontaneidad que a menudo es controlada y modificada a posteriori. Más allá de la voluntad técnica, sus obras muestran también el interés del artista por el estudio del rostro humano, que es sugerido con inacabadas figuras de un fuerte dramatismo.