A pesar de partir de un especial interés por el entorno, las fotografías de Lisette Pons no toman la distancia documental sino que buscan ser el testimonio de sensaciones y vivencias de la artista. De esta manera, se convierten en un fragmento de la memoria y de aquello que perdura después del contacto con el mundo.
El blanco y negro y el proceso de investigación en el laboratorio confieren al resultado final una cierta abstracción que añade un alto componente emotivo a las fotografías. En una época como la actual en que la imagen fotográfica es abundante y constantemente comunicativa, la artista propone unas fotografías silenciosas que permiten reflexionar sobre la existencia y el comportamiento humano.