Jordi Puig genera imágenes a partir de la divergencia entre existencias (reales y virtuales) para acabar haciendo explícita la visión de lo que no tiene ni nombre ni lugar: una visión de la que podemos destacar una gran técnica fotográfica, sin trampas, más allá del conflicto visual entre lo que vemos y creemos, pero también el elemento pictórico, por la manera de utilizar el color, y la poética, a la hora de manipular las emociones sin aceptar las reglas del juego. En su obra, hay una intención irónica que dialoga entre objeto y fondo con vestigios que conducen al equívoco pero que son, al mismo tiempo, persuasivos.
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