Su técnica pictórica, su metodología y su sensibilidad escenográfica son rasgos característicos enmarcados en el movimiento realista de finales del siglo XX. August Ferrer refleja y expresa la soledad del hombre en espacios deshabitados en los que vastas panorámicas de montañas, cielos nublados y ruinas cierran unas composiciones que introducen al espectador en paisajes sublimes propios del romanticismo.