Se puede decir que sus pinturas al óleo adquieren un aspecto de acuarela a partir de unas tonalidades intensas y de unos trazos diluidos que enfatizan el arraigo y la corrosión de los cuerpos. El estilo acuoso de la pincelada no es fortuito, sino que responde a una clara voluntad de acentuar la efimeridad matérica. Bajo una clara conciencia ecológica, el artista capta espacios naturales preservados o sometidos al desarrollo espontáneo del hombre (basura o residuos) así como la disposición de unas naturalezas muertas que socavan en la realidad exterior, cotidiana y casual. Emplazado a pie de calle, inmortaliza unas perspectivas que traslucen naturalidad y que se orquestan alrededor de unos objetos que se convierten en epicentro paisajístico en alusión a un tiempo emancipado de la representación. En definitiva, unas composiciones que establecen un diálogo retórico entre la mutación escénica y la experimentación artística.