Hasta que ya estoy saliendo de las salas temporales del Museu de Escultura de Can Mario, conmocionada por lo que acabo de ver, no se me acude que el intenso efecto que provoca la exposición de Marga Ximenez (Barcelona, 1950) en realidad está conseguido con muy pocos elementos, muy poca obra, y en cambio la impresión ha estado de un inesperado desbordamiento de emociones.
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