El trabajo de Rosó Cusó (Barcelona, 1965) va más allá de la apariencia de la materia, sea cual sea su estado —líquido, sólido o lumínico—, para traspasar el mundo tangible y situarse en una atmósfera mística de reflexión y contemplación de la naturaleza, perfectamente anexionada a los diferentes soportes utilizados. En este trabajo de investigación sobre la luz, el artista ha creado una instalación escultórica, luminosa y sonora que pretende describir la percepción, desde un espacio interior, de los cambios de tono de la luz a lo largo del día y según la época del año, de manera parecida a cómo intentaron captarlos los impresionistas.