El 25 de octubre de 1971, Pablo Picasso cumplió 90 años. Este acontecimiento procuró una gran visibilidad del artista y puso de manifiesto su antagónica recepción. Al mismo tiempo que su nombre se consolidaba como un símbolo de libertad, para otros encarnaba la subversión y personificaba el antifranquismo. Además, estos últimos consideraban que la serie “Sueño y mentira de Franco” era “un insulto a la más alta autoridad de la nación”. Esto motivó que determinados grupos reaccionarios emprendieran una campaña de atentados contra el nombre de Picasso. Esta comenzó pocos días después de su aniversario con la destrucción de los grabados de la “Suite Vollard” que la galería Theo de Madrid exponía en su homenaje al artista. Y prosiguió con el incendio de la galería Taller de Picasso de Barcelona y con los atentados contra librerías que, como Antonio Machado, Visor o Cinc d’Oros, celebraban la figura del pintor en sus escaparates.
Tras el atentado que destruyó la galería Taller de Picasso, el joven galerista Santiago Palet ideó un homenaje de desagravio al pintor: artistas visuales, músicos, escritores, gente del cine y del teatro fueron invitados a crear un tapete –una pieza de algodón con una puntilla– dedicado a Picasso. Un año después, estas obras se expusieron en Vallauris, en la muestra 1er. Rencontre International d’Hommage à Picasso. Connotada políticamente como una acción de oposición, la exposición demostró la indignación del mundo del arte ante el ultraje al artista, así como la frustración provocada por la actitud oficial que permitía estos ataques.
La exposición, comisariada por Nadia Hernández, presenta esta extraordinaria colección de 400 tapetes –adquiridos recientemente por la Fundación Vila Casas– intervenidos por más de 270 autores nacionales e internacionales, como por ejemplo Rafael Alberti, Joan Brossa, Alexander Calder, Pau Casals, Equipo Crónica, Sonia Delaunay, Juan Genovés, Hans Hartung, Wilfredo Lam, Joan Miró, Pablo Neruda y Antoni Tàpies, entre muchos otros.