Coincidiendo con el centenario de su nacimiento, la Fundació Vila Casas presenta una exposición antológica de Maria Girona (Barcelona, 1923-2015), comisariada por Victoria Combalía y Àlex Susanna, que ayude a descubrir su obra y contribuya a situarla en el lugar que se merece: no únicamente como una relectura nada académica del Noucentisme, sino como una plasmación extraordinariamente refinada de un imaginario mediterráneo centrado en los estímulos visuales procedentes de su triángulo mágico: Barcelona, Cadaqués y Calaceite.
Aunque es cierto que la ascendencia de Maria Girona es plenamente noucentista –era sobrina del pintor y crítico Rafael Benet–, es la estancia en París entre 1950 y 1954 gracias a una beca del Cercle Maillol del Institut Francès lo que marca un punto de inflexión en su trayectoria, ya que es allí donde tiene la oportunidad de conocer a fondo la obra de Cézanne, Matisse, Bonnard, Picasso, Braque y Juan Gris. En cierto sentido, su pintura, partiendo del fauvismo, recoge también ciertas lecciones del cubismo antes de tornarse plenamente contemporánea de sí misma mediante un lirismo muy personal, estilizado y eficaz: “Mi pintura es muy emotiva, pero a pesar de la sencillez aparente es bastante complicada. Busco una simplicidad de forma que tenga una clara riqueza emocional”.
© Maria Girona: Les garotes, 1975. Fundació Carmen i Lluís Bassat. Foto: Gasull