Los paisajes están llenos de cicatrices, testimonios de la acción de los agentes de la naturaleza, como el viento, el clima, los relámpagos y las personas, entre otros. El campesino, mediante el arado, las produce en la tierra para sembrar las semillas que generarán una nueva vida, y nuestros cuerpos también guardan numerosos testimonios, empezando por las huellas de nuestro nacimiento.
Adalina Coromines (Barcelona, 1963), expresa en Cicatrices una voluntad de mostrar su identificación con el paisaje y con la naturaleza que le son cercanos y que vive con gran intensidad. Podría haber aquí una lectura dramática que nos llevaría a hablar de la cauterización de alguna herida y, nos obstante, resulta más bien una obra serena, reposada y que tiene el gusto de disfrutar de la tierra, de la flora, del mar y del cielo del Empordà, donde vive y trabaja.