A los dieciocho años empieza a utilizar la cámara fotográfica como instrumento de canalización creativa y de interpretación de su propio imaginario. Autodidacta, investiga las posibilidades del poder de transformación de la luz para perfilar, modelar, idealizar y dar expresión a sus retratos de imperfecciones enmascaradas. A través de la fotografía explica y denuncia el deterioramiento físico fruto de las enfermedades y de la irreversibilidad temporal. Bebiendo de los referentes introducidos por Frida Kahlo, Jo Spence y Hanna Wilke, Vizcarra consigue mostrar la belleza de los cuerpos que impugnan el victimismo y que revelan la realidad física más cruda para adquirir la belleza más profunda de sus almas.
A través del trabajo de Àlex Voltà se rebela un universo inédito, en busca de una imagen insubordinada entre estandarizadas normas convencionales. Pintor de riberas siniestras, desérticos espacios en ruinas, ajedrezados suelos con matojos y cipreses grisáceos, árboles con ramas desnudas y perennes lunas que menguan o crecen. Sus espacios están habitados por inquietantes figuras antropomorfas, en un proceso disgregador de sus rasgos distintivos. La belleza creada por Voltà es evidentemente perturbadora y ardua ya que no encaja en los cánones ideales de belleza pero le otorga la extravagancia de lo común, la “extrañeza de lo familiar” freudiana.
Reconocido como uno de los fotógrafos más influyentes de las últimas cuarenta décadas, la tarea de Albert Watson se ha centrado sobre todo en el mundo de la moda y en el de la publicidad, por los que ha recibido varios premios internacionales, pero también en una obra más íntima enfocada mayoritariamente hacia la temática del viaje. A pesar de la versatilidad de los temas que trata, ha creado un lenguaje visual propio basándose principalmente en la creación de atmósferas únicas para cada ocasión y donde la máxima responsable es la luz y el valor (textura, volumen, peso…) que esta proporciona a todos los componentes que serán captados por el objetivo. Su obra forma parte de colecciones tan importantes como la National Portrait Gallery de Londres y el Metropolitan de Nueva York, entre otros.
El conjunto de su obra son paisajes oníricos, imaginados, que penetran en el significado del término distancia. En un espacio físico y mental, infinito, perenne, eterno, Leo Wellmar es pintora de la naturaleza, símbolo de sus estructuras geométricas, espacios vacuos donde expresa una pequeña parcela de todo lo visible, recóndito e inacabable, de colores fríos pero a su vez envueltos de magia.
Escultora, pintora, ceramista y virtuosa del esmalte. Formó parte del III Cicle Experimental d’Art Nou y constituyó en 1951, junto con otro artistas, el grupo Indika. En 1963 se inicia en el mundo de la escultura con planchas de hierro, composiciones toscas y rugosas enmarcadas dentro de la corriente expresionista. Su obra experimenta una progresiva precisión y estilización de las formas en busca de la euritmia y las proporciones de la tradición del arte clásico mediterráneo, como la tauromaquia minoica, de aspecto sedoso y raso. Fue galardonada con numerosas distinciones y premios, entre los cuales destaca el de escultura del Salón Femenino de la Diputación de Barcelona (1970).
El mundo del textil configura el hilo conductor de la obra escultórica y las instalaciones de la barcelonesa Marga Ximenez, quien combina la práctica artística con la educación y el comisariado de exposiciones. Partió de la exploración de la técnica del tapiz, aunque su obra rápidamente evolucionó hacia lo conceptual. Trabaja con objetos y materiales cotidianos que le permiten tratar temas con carga social. Con el fin de desvincularse de su yo e indagar otras identidades, empezó a presentar sus obras bajo heterónimos, construyendo toda una serie de personajes con personalidad propia como, por ejemplo, Yukimaro, Pía Remedios, Feliu Esteve o Colectivo Puntas. Ha expuesto su obra en bienales dedicadas al arte textil, entre las cuales la de Vicenza (1991) y la de Lausana (1992). Entre 1998 y 2016 dirigió, junto a Nora Ancarola, el espacio expositivo MX Espai 1010, y recibieron el premio de la Associació de Crítics de Catalunya por la creación de MX Edicions 1010 (2004).
Reconocido por las dimensiones reducidas en las que positiva su trabajo, Masao Yamamoto concibe la fotografía como pequeños objetos, otorgando un mensaje individual a cada imagen. El cuerpo humano desnudo mostrado con parcialidad y escenas minimalistas de la naturaleza conforman su imaginario, donde intenta establecer un diálogo de equilibrio entre ambos mundos, el humano y el natural, que a pesar de estar intensamente conectados se han distanciado con el transcurso de los siglos y la evolución de la tecnología. Esta sensibilidad se pronuncia en el tratamiento manual de la propia fotografía, que vira y mancha con tintes naturales y que, además de establecer una conexión explícita con la cultura de su país, evoca en el espectador el reflejo de la memoria y de los recuerdos, aquellos que nos muestran el anhelo del contacto con nuestro yo más auténtico y natural. En definitiva, Masao Yamamoto crea pequeños haikus visuales donde se pueden encontrar historias mínimas con un gran contenido universal.