Iniciado en la fotografía a partir de un largo periodo en el que estuvo hospitalizado, con 17 años, André Villers estudió de la mano del también fotógrafo Pierre Astoux. Con su Rolleiflex, regalo de Pablo Picasso, lo retratará en varias ocasiones, además de tomar instantáneas de muchos personajes relevantes del siglo XX como Simone de Beauvoir, Federico Fellini, Jean Cocteau, Le Corbusier o Salvador Dalí. Su trabajo, que nos descubre el mundo más íntimo y cercano de los artistas, se ha expuesto en toda Europa y forma parte de la colección del Museo Picasso de Barcelona y París. Así mismo, la ciudad de Mougins homenajeó al fotógrafo con la creación del Museo de Fotografía André Villers.
De formación autodidacta, su trabajo es minucioso y sus composiciones de infinitud de líneas construyen una gran diversidad de formas triangulares. Aunque es fiel a su explotación de la abstracción geométrica y del op art que refleja su virtuosismo técnico, su obra nos transporta hacia un laberinto facetado de múltiples realidades calidoscópicas.
Conocido por ser el pintor de las Barcelonas en todas sus facetas y escenarios. Coleccionista de ciudades como Londres, Venecia, Nueva York y la Habana, hacedor de crónicas visuales y subjetivas de figuración urbana y realista. Óleos y aguadas en los que el artista adhiere cartones, recortes de periódico y revistas que crea una atmósfera de irrealidad con una pincelada enérgica de estilo posimpresionista.
A los dieciocho años empieza a utilizar la cámara fotográfica como instrumento de canalización creativa y de interpretación de su propio imaginario. Autodidacta, investiga las posibilidades del poder de transformación de la luz para perfilar, modelar, idealizar y dar expresión a sus retratos de imperfecciones enmascaradas. A través de la fotografía explica y denuncia el deterioramiento físico fruto de las enfermedades y de la irreversibilidad temporal. Bebiendo de los referentes introducidos por Frida Kahlo, Jo Spence y Hanna Wilke, Vizcarra consigue mostrar la belleza de los cuerpos que impugnan el victimismo y que revelan la realidad física más cruda para adquirir la belleza más profunda de sus almas.
Reconocido como uno de los fotógrafos más influyentes de las últimas cuarenta décadas, la tarea de Albert Watson se ha centrado sobre todo en el mundo de la moda y en el de la publicidad, por los que ha recibido varios premios internacionales, pero también en una obra más íntima enfocada mayoritariamente hacia la temática del viaje. A pesar de la versatilidad de los temas que trata, ha creado un lenguaje visual propio basándose principalmente en la creación de atmósferas únicas para cada ocasión y donde la máxima responsable es la luz y el valor (textura, volumen, peso…) que esta proporciona a todos los componentes que serán captados por el objetivo. Su obra forma parte de colecciones tan importantes como la National Portrait Gallery de Londres y el Metropolitan de Nueva York, entre otros.
El conjunto de su obra son paisajes oníricos, imaginados, que penetran en el significado del término distancia. En un espacio físico y mental, infinito, perenne, eterno, Leo Wellmar es pintora de la naturaleza, símbolo de sus estructuras geométricas, espacios vacuos donde expresa una pequeña parcela de todo lo visible, recóndito e inacabable, de colores fríos pero a su vez envueltos de magia.
Escultora, pintora, ceramista y virtuosa del esmalte. Formó parte del III Cicle Experimental d’Art Nou y constituyó en 1951, junto con otro artistas, el grupo Indika. En 1963 se inicia en el mundo de la escultura con planchas de hierro, composiciones toscas y rugosas enmarcadas dentro de la corriente expresionista. Su obra experimenta una progresiva precisión y estilización de las formas en busca de la euritmia y las proporciones de la tradición del arte clásico mediterráneo, como la tauromaquia minoica, de aspecto sedoso y raso. Fue galardonada con numerosas distinciones y premios, entre los cuales destaca el de escultura del Salón Femenino de la Diputación de Barcelona (1970).