Historiador del arte y destacado pintor y grabador la vanguardia artística en Cataluña. Dentro de la técnica del grabado inventa el procedimiento de la “maculatura”, mezcla de monotipo, sobreimpresión, encolado y pintura manual. Antes de fundar el grupo Dau al Set en 1948, su obra se integra dentro del estilo impresionista de Toulouse- Lautrec y Van Gogh y es influenciado por el arte abstracto de Mondrian, Kandinsky y Klee. Tras una etapa surrealista ligada a Dau al Set, derivó al informalismo de corriente tachista en la que predomina el trabajo con la materia, grandes manchas y un fuerte cromatismo. La Generalitat le concedió la Creu de Sant Jordi en 1983 y el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1993.
Escultor y diseñador, Elmar Thome llegó a Barcelona en 1985, desde donde realizó la mayor parte de su obra. Sus piezas beben de la pureza, tanto de la natura como de la industrialización más feroz, que se encuentra en los materiales que transpiran cierta pobreza en un inicio: soportes de hierro oxidados, neumáticos, troncos de árboles enteros, maderas sueltas, piedras, etc., a través de los que crea un diálogo con el espacio que ocupará la pieza final, extrayendo la sutil poesía de la realidad que le rodea, revelando la ligereza y la fragilidad que se esconde incluso en la materia más pesada.
Residente en Barcelona desde el año 1964, Rafael Tirado descubre el mundo de la fotografía de la mano de su tío, fotógrafo amateur que disponía de un laboratorio doméstico y que gracias a él pudo empezar a experimentar. Con 17 años entra a trabajar como encargado de laboratorio fotográfico y ayudante de plató de César Malet, que ―al marcharse a los Estados Unidos― dejará el laboratorio en sus manos. Uno de los temas clave en la obra artística de Rafael Tirado ―al margen de la faceta publicitaria en la que imperan los bodegones― son los paisajes, sobre todo los que le ofrece la ciudad de Barcelona, que ha retratado a lo largo de los años y que conforman en conjunto un gran álbum de la evolución de la Ciudad Condal en la última mitad del siglo XX y principios del XXI. Gracias a su particular uso de la luz marca contrastes dramáticos de sombras confiriendo a los paisajes, objetos y rostros, texturas recalcadas en las superficies que nos permiten apreciar los detalles del paso del tiempo o de los puntos clave.
Artista de grabados, monotipos, dibujos y pinturas. Tras un periodo posimpresionista convencional de esquemáticas figuras y otro de pintura de máquinas complejas y cuidadas que sintonizan con el arte social, su trayectoria evoluciona hacia claras representaciones de aspecto intimista y nostálgico, donde el mundo es como un jardín de meditado orden y colores vibrantes. Su pintura representa una clásica declinación de algunos de los cánones fundamentales de la modernidad. En el 2001 recibió la Creu de Sant Jordi por su carrera profesional.
Pintor y grabador, siendo muy joven entró en contacto con la obra de Cézanne gracias a una beca que lo llevó a París, donde volvió después de Primera Guerra Mundial y donde entró en contacto con el surrealismo y con artistas como, por ejemplo, Max Jacob o Pablo Picasso. Alrededor de la década de los años veinte, siguió los postulados vanguardistas del momento y su pintura su fue inclinando hacia el clasicismo de origen cubista, y convirtió el desnudo femenino en el motivo principal de su obra. Fue en ese tiempo cuando le llegó el reconocimiento internacional. En 1932, ya en Barcelona, comenzó su relación con Francesc Cambó y su trabajo se decantó hacia los retratos de la alta sociedad catalana de la época.
Sus fotografías transportan a un estado casi onírico donde el mundo real y el imaginario se diluyen. A pesar de tratarse de escenas posibles en la realidad, Andrea Torres dota las imágenes de una aureola de fantasía, de sueño, de irrealidad. Son composiciones sencillas donde las figuras parecen habitar en un espacio y un tiempo indeterminados a través de los cuales la autora invita al espectador a dejarse llevar por su imaginación e interpretar la fotografía desde su propio mundo interior.