Poco después de comenzar los estudios de arqueología, emprende un nuevo camino hacia la disciplina pictórica que hereda de su padre. La ciudad de Londres, el artista Mondrian y corrientes como el cubismo son los vectores que trazan su trayectoria profesional. Muchas de sus obras, realizadas en Girona, son el resultado de apuntes y anotaciones de las largas estancias en Inglaterra, y cada una de las meditadas composiciones figurativas son ínfimas porciones de una vida apasionada.
Hijo del jurista Ramon Maria Roca-Sastre y nieto de Lluís Mancunill, arquitecto modernista, fue discípulo del maestro Ramon Rogent. A pesar de que su pintura recibe varias influencias como el postimpresionismo, el cubismo y el surrealismo, esta última está muy vinculada a la sensibilidad del grupo Dau al Set, el reconocimiento internacional lo consiguió con pinturas realistas de visiones íntimas en interiores modernistas de L’Eixample, donde mosaicos, muebles, telas e innumerables rincones, muchos de ellos inspirados en su estudio de la Pedrera, son los protagonistas. En 1966 recibió el Premio Sant Jordi de la Diputació de Barcelona y en 1980 se convirtió en miembro numerario de la Real Academia Catalana de Bellas Artes de Sant Jordi.
El lenguaje performativo de esta artista audiovisual, que parte del cine y la danza, toma como pilares los conceptos de lugar, cuerpo e identidad. Es de la constante interacción entre personajes y espacio, y de la capacidad expresiva del gesto humano, que emerge la reflexión sobre la identidad cultural e individual, para construir así una gramática visual que alude a sentimientos universales. Obras que oscilan entre la realidad y la ficción, pero que toman como referente nuestra contemporaneidad; construcciones metafóricas que aluden a sentimientos profundos y complejos y que configuran identidades post culturales.
Comienza su aprendizaje en la Escola Taller d’Art de su ciudad natal, Tortosa, y posteriormente lo hace en Barcelona, en el Cercle Artístic de Sant Lluc. Sin embargo, se considera un artista autodidacta, ya que ha enriquecido su formación con constantes viajes y exposiciones por toda Europa. En la década de los años setenta, desarrolló su propio lenguaje artístico y consolidó una importante trayectoria en la abstracción geométrica. Jaume Rocamora destaca por la creación de formas ordenadas y estructuradas con disciplina y rigor, en las que utiliza el dibujo, el collage y el gofrado, y en sus obras nos ofrece una visión única del espacio geométrico. Durante el decurso de su carrera, ha recibido reconocimientos de distintas instituciones, como la Bienal Iberoamericana de México (1980) y la International Bilan Art Exposition de Nueva York (1982 y 1984).
La obra escultórica de Efraïm Rodríguez es una reflexión sobre el objeto. Fragmentos y partes de materiales heterogéneos son encajados, sobrepuestos y engastados para estructurar personajes y animales que expresan su circunstancia existencial. Reconstrucciones de acabados industriales con una fuerte simbología, mezcla de hiperrealismo y rareza. Monstruos a escala real, que se aproximan a la verdadera alteración como consecuencia de la asimilación del mundo de la manufactura y de la fabricación. Su trabajo, en definitiva, es una constante ironía de las contradicciones que cohabitan entre la artesanía y la industrialización.
Uno de los fotógrafos más singulares del panorama artístico internacional. Premio Nacional de Fotografía en el 2000, su trabajo se caracteriza por una inteligente manipulación de los objetos retratados que otorgan a la obra un elevado contenido poético. A partir de la contextualización, la confrontación y la manipulación de los objetos, Chema Madoz busca el contrapunto que existe entre la esencia de las cosas y sus significados latentes.
Graduada como diseñadora gráfica y máster en fotografía y diseño por ELISAVA, la obra de Anna Roig baila de modo experimental entre el reportaje y la fotografía artística de alto contenido poético, tanto sea retratando las situaciones cotidianas como también transfigurando la imagen del cuerpo humano, que utiliza como catalizador representativo de una sociedad moderna en constante relación con su entorno arquitectónico, tanto en sus reductos más íntimos como en aquellos que nos hacen formar parte de un paisaje humano colectivo. Así mismo, tanto en color como en blanco y negro, los fuertes contrastes de luz de unen a la suavidad de las texturas que otorga a toda superficie fotográfica, proporcionando a su trabajo un tono ciertamente dramático con la clara intención de traspasar el alma del espectador para hacerle reflexionar sobre su condición humana.