Licenciado en historia del arte por la Universidad de Barcelona, su trabajo como fotógrafo empezó en el año 1968 de manera autodidacta cuando se vinculó con el CIFB (Centro Internacional de Fotografía de Barcelona), la primera escuela de fotografía de la ciudad condal, contribuyendo, junto a una nueva generación de fotógrafos, a la proliferación de una mirada estética, teorizada y artística de la fotografía documental. Desde entonces, compagina esta actividad con la de profesor y crítico. Desarrollando una fotografía pura muy relacionada con la escuela alemana de los años 30, las temáticas de Olivella se centran principalmente en los interiores. Así mismo, su concepción del espacio y arquitectura le han llevado a crear grandes reportajes, para retratar a través de las personas que lo ocupan, la relación entre la geografía humana y la urbanística y el residuo histórico y cultural que surge de esta unión, creando el efecto de memoria y, por lo tanto, una fotografía de carácter social y colectivo.
Raimon Ollé ha sabido elaborar un lenguaje estético tanto en la disciplina escultórica como en la joyería. Iniciado en el mundo de la orfebrería desde muy joven, renovó el ancestral oficio del diseño de joyas al construir formas y volúmenes que se yuxtaponían con el mundo escultórico. A lo largo de los años, tiende a hacer verdaderas obras escultóricas, muchas de ellas germinan de joyas diseñadas con anterioridad. Lejos de preceptos simbólicos o conceptuales, sus piezas solamente tienen un objetivo claro: disfrutar de la belleza.
De Morandi adquiere el minimalismo, de Rothko el espacio de colores irreales y de Anish Kapoor el uso del color que enciende y ilumina lo material, opaco y terroso. Sus cuadros son parcelas silenciosas donde sin la presencia humana, hábitat de cactus, plantas trepadoras, flores, recipientes y envoltorios cónicos que parecen levitar sobre la tela. Composiciones meta realistas y abstracción de objetos nítidos que evocan un universo de sentimientos y emociones contradictorias.
Seducida por la disciplina escultórica, Ana Teresa Ortega se ha consolidado en el campo de la fotografía sin dejar de lado la instalación y las llamadas fotoesculturas. Unas composiciones que le sirven para reflexionar sobre la memoria de los hechos históricos, el olvido y el peso de la palabra en una sociedad que se mira en unos espacios deshabitados, desiertos, silenciosos y que, olvidados del circuito histórico, nos arrastran hacia la incertidumbre y la confusión de una identidad ahogada por el titán publicitario. El goteo constante de ocio, opulencia y acumulación se cuela por las verdaderas entrañas de unas imágenes que nos muestran a través de la ausencia una existencia vacía de cualquier sentido. También desarrolla una importante tarea docente en la Facultad de Bellas Artes en la Universidad de Valencia.
Pintor influenciado por Bonnard y los artistas del movimiento francés Nabis de finales del siglo XIX. Su obra, de una gran sensibilidad, se caracteriza por la yuxtaposición de colores puros, la meditada depuración lineal y una manipulación poética de la perspectiva y las líneas compositivas. En el repertorio de sus últimos años, predominan temas de jardín, interiores domésticos y naturalezas muertas. El tratamiento sintetizado del color y los contrastes lumínicos y armónicos de tonalidades cálidas y frías otorgan a su arte solemnidad y exquisitez dentro del panorama artístico catalán contemporáneo.
Mangot (Montserrat Padrós Mangot) nació pintora: aunque estudió Magisterio y se dedicó a ello durante unos años, cuenta que su verdadera vocación siempre fue la pintura. En 1970 ingresó en la Escola Massana y en 1976 se graduó en técnicas de pintura mural en la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona. Desde aquellos años setenta Mangot ha generado una gran cantidad de obras, que se han expuesto tanto en el ámbito nacional como en el internacional. Su pintura, de rasgos formales cercanos al expresionismo y el impresionismo, se caracteriza por una paleta colorida y expresiva y por una pincelada suelta, que da forma a las figuras sin que estas necesiten la línea para devenir. En sus obras encontramos principalmente paisajes urbanos y marítimos que nos remiten a la vibrante luz mediterránea. En cuanto al retrato, Mangot busca la esencia, la verdad del retratado; plasmar su alma, en definitiva.
En sus proyectos, no interesa el inicio o el final sino el intervalo. Una vez analizada la imagen, fija o en movimiento, Palacín pretende descubrirnos cómo construimos nuestras vidas a partir de un triángulo compuesto de lo real, lo ficticio y el criterio o distancia que, una vez interpretados, dotamos de sentido. Es en la dicotomía realidad-distancia donde incide, y congela la acción en el tiempo, para así, mediante la reiteración, transmutar su significado metafórico. Preserva una estética que custodia la imagen y las formas en delicadas relaciones entre el fondo y la figura, si es necesario en diferentes pantallas de proyección que nos ayudan a ver más allá de ellas mismas. Su obra se expone internacionalmente en diferentes espacios de instituciones públicas y privadas.