Se puede decir que sus pinturas al óleo adquieren un aspecto de acuarela a partir de unas tonalidades intensas y de unos trazos diluidos que enfatizan el arraigo y la corrosión de los cuerpos. El estilo acuoso de la pincelada no es fortuito, sino que responde a una clara voluntad de acentuar la efimeridad matérica. Bajo una clara conciencia ecológica, el artista capta espacios naturales preservados o sometidos al desarrollo espontáneo del hombre (basura o residuos) así como la disposición de unas naturalezas muertas que socavan en la realidad exterior, cotidiana y casual. Emplazado a pie de calle, inmortaliza unas perspectivas que traslucen naturalidad y que se orquestan alrededor de unos objetos que se convierten en epicentro paisajístico en alusión a un tiempo emancipado de la representación. En definitiva, unas composiciones que establecen un diálogo retórico entre la mutación escénica y la experimentación artística.
Inspirada en los paisajes urbanos, la fotografía de Emilio Muñoz Blanco busca aquellos lugares silenciosos y solitarios que captados por la cámara se transforman, aunque inertes, en campos visuales llenos de dramatismo, escenarios que rebelan al espectador aquella faceta invisible de nuestra historia más cercana.
Las telas de Takahiro Murakami conjugan sobriedad formal y una extraordinaria complejidad técnica. De la conjunción del aceite y la cera, el pintor japonés, a través de unas formas geométricas y arquetípicas, evoca el recuerdo de arquitecturas imaginarias, bajo una estética a medio camino entre el informalismo y la abstracción que da como resultado unas obras originales de regusto contemporáneo.
En 1955 fundó con Marc Aleu, Modest Cuixart, Josep M. Guinovart, Antoni Tàpies i Joan Josep Tharrats el grupo de arte Taüll. Durante cuatro años participó en la V Bienal de São Paulo, en representación de España. Su dilatada trayectoria se caracteriza por un intento de plasmar en la pintura lo que ve su ojo. No se trata tanto del intento de trasladar los elementos de la realidad a la pintura, sino de inspirarse en la misma realidad para probar a convertirla en pintura. De hecho, su obra no busca una razón objetiva, sino que refleja a través de la explosión de color la inquietud, el afecto y la angustia que le produce el mundo que le rodea. En 1991 ingresó como académico en la Real Academia Catalana de Bellas Artes de Sant Jordi.
Rafael Navarro es uno de los precursores de la abstracción fotográfica. En 1977, junto a Manel Esclusa, Joan Fontcuberta y Pere Hormiguera funda el grupo Alabern. Un año más tarde es designado representante en España del Consejo Latinoamericano de Fotografía. Dentro de su extensa trayectoria artística cabe destacar el innovador tratamiento de la imagen a través de “dípticos”. Su trabajo se centra en el estudio del cuerpo femenino y de la incidencia, en los volúmenes de la luz y la sombra. El cuerpo fragmentado se convierte en paisaje de la naturaleza, las formas cóncavas y sinuosas emanan erotismo y sensualidad, multiplicidad de miradas y posibilidades de una fuerte carga poética.