La esfera, el vacío, el movimiento y el cosmos concentran fuerzas energéticas y vitales que, atrapadas dentro de una estructura pétrea, luchan por salir y ser liberadas. Estructuras geométricas y coralinas con esferas u óvalos prisioneros en el ventrículo de la masa, que dan vida y movimiento a la materia. Sus esculturas traslucen consistencia y rotundidad matérica.
Su trabajo es una constante reflexión sobre las relaciones existentes entre la luz y el espacio, el lleno y el vacío, el color y la transparencia. Aunque los montajes de Margarita Andreu recrean una dimensión arquitectónica y tridimensional, la incorporación de la fotografía en su trabajo debe entenderse como una continuidad de la concepción y construcción de la poética del vacío surgida de las ideas de ambigüedad, fugacidad y parcialidad.
Con diecisiete años ganó el premio “A la pintura Jove” de la Sala Parés y poco después la beca del Cercle Maillol del Institut Francès de Barcelona, que lo llevó a estudiar arte en París. El informalismo y la austera Terra Alta de Horta de Sant Joan le sirvieron de inspiración para crear paisajes grisáceos, oscuros y fantasiosos, a veces habitados por formas orgánicas o humanas. Su pintura atrajo la atención de críticos como Alexandre Cirici, Xavier Rubert de Ventós y Maria Lluïsa Borràs, que lo referencian por la exaltación de la agresividad y el erotismo bajo la influencia de Francis Bacon. Durante los años setenta tuvo mucho éxito y celebró numerosas exposiciones en Barcelona, París, Lyon y Alemania.
Aunque se licenció en Medicina y Cirugía en el año 1963, pocos años después comenzó paralelamente su actividad artística como escultor, utilizando principalmente piedra, bronce, madera y arcilla. A principios de la década de los setenta incorpora un material nuevo directamente asociado a su profesión: las vendas de escayola, lo que otorga a sus obras una presencia de parcialidad y imperfección. En su trabajo predominan el uso del color blanco y la figura humana, así como la idea de grupo en escultura pública, como es el caso del Monument als castellers (Tarragona, 1999), que tiene 222 figuras humanas. Su producción es bastante realista y se le ha podido asociar con la obra del escultor americano George Segal.
Pintor y dibujante de obras de estilo vitalista. Partiendo de unas formas desnudas de colores cálidos, el artista ha virado hacia una expresión armoniosa que reanima y reinterpreta la poética de las sensaciones, con un lenguaje propio, personal y atemporal, más allá de las modas estéticas imperantes.
Considerado uno de los artistas consagrados del panorama artístico catalán, en 1976 crea la Assemblea Democràtica d’Artistes de Girona, que reivindicaba, a través de acciones, la libertad creativa. Dos años más tarde, funda juntamente con Faixó, Gispert y Corominas la revista Art-Actitud. Influenciado por las “segundas vanguardias”, muy pronto se sumergió dentro de un universo oscuro y caligráfico, signo personal de su identidad creativa. Sus obras rompen con el concepto de perspectiva y representación renacentista para crear nuevas dimensiones a través del juego de luces y sombras.
Pintor, grabador y escultor, se embarca en complejas sinfonías tonales wagnerianas de regusto expresionista con vertiginosas escenas que narran episodios épicos de la aventura humana y espacios informales de cromatismo lírico. A lo largo de los años las originarias composiciones de atmósferas románticas evolucionan hacia una síntesis de abstracción material, como oda a la humanidad y a sus desvirtuados valores morales y espirituales.