Su trabajo busca la perfección de la luz, el color y las emociones. Las tonalidades y la atmósfera de su tierra son los vectores que guían su plasticidad. Composiciones en las que el cielo, el mar, los paisajes y la vegetación adoptan nuevas dimensiones mediante matizaciones lumínicas. El artista, con una mirada atenta y curiosa, intenta captar infinitud de instantes de una vida envuelta en luz y oscuridad.
Su pintura muestra un gran conocimiento de la astronomía; mediante un minucioso trazo de objetos celestes transporta al espectador hasta la inmensidad del macrocosmos. Erupción matérica y explosión de colores que denotan un gran dominio de la técnica plástica y que nos hacen reflexionar sobre la insignificante y minúscula existencia humana en un universo en constante transformación y movimiento.
En su obra convergen soledad, fragilidad, tristeza, serenidad, anonimato, memoria y silencio, para construir sus propias historias. El espectador es arrastrado por un flujo de sentimientos calidoscópicos y es participante activo de las angustias y sufrimientos de la existencia humana. La vida es una cuerda floja, equilibrio inestable en busca de lo que se oculta en el hecho mismo de vivir y en sus innumerables interrogantes que emergen en el transcurso de un arduo y frondoso recorrido sin retorno.
Ha cultivado la fotografía en muchas de sus vertientes pero su obra destaca sobre todo en dos de ellas: el reportaje antropológico con retratos y escenas de la vida cotidiana y la fotografía de arte. Sus fotografías demuestran una gran sensibilidad en la captación del objeto, la luz y el espacio. Es autor de una gran cantidad de obras centradas en el patrimonio cultural y natural catalán, ha realizado y colaborado en numerosas publicaciones como la Gran Enciclopèdia Catalana, la Història de Catalunya (Ed. Salvat) o la Història de l’art català (Ed. 62).
Pintor y profesor de la escuela Massana de Barcelona. Inagotable fuente de recursos estilísticos propios, Isidre Manils manipula la realidad a través de veladuras y transparencias, pinceladas a modo de capas de luz difuminadas que encienden la significación de su obra. La búsqueda de “la mirada cinematográfica de la pintura” es una de las constantes de su larga trayectoria y estos vínculos con el séptimo arte, tan presentes en su producción, hacen que sus obras se abran a este lenguaje, dibujando un nuevo y original horizonte creativo.
Nacido en el barrio de Queens, estudió pintura, dibujo y escultura en el Pratt Institute. Sus primeras creaciones eran evocaciones directas de su admiración por la obra de Joseph Cornell y Marcel Duchamp, así empezó a hacer ensamblajes donde incorporaba fotografías de revistas y libros. Más adelante empezó a realizar sus propias fotografías para incorporarlas a estos trabajos, ya que para él el resultado final era más auténtico, propio y puro. Fue así como Robert Mapplethorpe se introdujo en el mundo de la fotografía, coincidiendo en lugar y época con toda la vanguardia artística de los años 70 en Nueva York. Su trabajo es reconocible por la preferencia por el blanco y negro y los matices aterciopelados que provocan las sombras en el grano del revelado, así como por el tratamiento de los temas que, a pesar de la tradición clásica ―bodegones de flores, retratos de celebridades y desnudos―, son el reflejo del ambiente que el fotógrafo y la comunidad artística de la época respiraban en la ya convertida capital del mundo. En 1989, Mapplethorpe muere a causa del VIH, pero un año antes crea la fundación Robert Mapplethorpe, una organización destinada a proteger su obra, promocionar el arte fotográfico y luchar contra el sida.
La producción plástica de Paco Marcó evoluciona desde una primera etapa abstracta e informalista hacia una línea de claras referencias figurativas, expresionistas y picassianas. Artista camaleónico que en una búsqueda emotiva de los valores sensibles elude todo academicismo falto de libertad expresiva. Con un cromatismo intenso, puro y veraz traza una crónica fiel de la vida y la muerte. El espacio compuesto de ejes diagonales se organiza mediante la superposición de figuras cuadrangulares, con una evidente inquietud formal en la combinación de recursos abstractos informalistas y elementos importados del diseño gráfico.
En una apuesta por la trascendencia y la espiritualidad del arte, sumida dentro de la línea de artistas como Rothko, Klee y Malevich, entre otros, Ángels Marcos–González abandona el periodismo y focaliza sus deseos más profundos en la pintura y la escultura. Sus telas nos ofrecen un mundo singular habitado por figuras sintéticas que emigran hacia la antigüedad y las culturas tribales de América y de África, donde se introducen los conceptos del azar y del tiempo. Con el objetivo de dar protagonismo al factor corrosivo de la naturaleza, adhiere lienzos y hierros sobre la superficie. La pátina ferrosa con una reducida gama cromática, como son el azul, el rojo y el negro, y el uso irónico de los títulos, se convierten en rasgos distintivos de un trabajo lleno de lirismo y sensibilidad.