A pesar de atravesar etapas abstractas y de radicalismo donde reivindica su malestar moral frente a la sociedad imperante, su trabajo queda englobado dentro la concepción del figurativismo. Sus inicios artísticos contienen una buena dosis de ironía surrealista adherida a una feroz crítica social. Desde un proceso de investigación lineal y de búsqueda armónica entre el color y la forma, su obra evoluciona hacia la máxima sintetización formal. La escultura presentada en las Olimpiadas de Atlanta (1996) es el resultado simbiótico de la temática posmoderna y del medio plástico como herramienta de reflexión y liberación.
La formación de este artista osciló entre el dibujo y la escultura, pero definitivamente se inclinó hacia la tridimensionalidad mediante el trabajo de la madera y del hierro forjado. Ha ganado numerosos premios de escultura en certámenes de Girona y Barcelona desde finales de los años sesenta. Su obra se mueve dentro de un minimalismo de formas puras y contundentes. Actualmente es profesor de escultura y tecnología del hierro en la Escuela Massana de Barcelona.
Artista multidisciplinar que hace de la pintura, el dibujo y la videoinstalación sus herramientas básicas de expresión. Define su arte a partir del principio de libertad, mediante el cual todo se hace posible. En 1976 inició sus estudios en la Escuela Eina y en 1981 obtuvo una beca de residencia artística en el Teatro Studio dentro del Palacio de la Cultura de Varsovia. Ese mismo año el golpe de estado en España marca un punto de inflexión determinante en su trayectoria artística: el concepto de viaje se constituye como una parte del proceso artístico. Sin constreñirse a ninguna tendencia ni estrategia determinadas, Llopis actúa sobre lo que denomina su caos interior, que se podría entender desde una dialéctica entre opuestos como la negación y la afirmación, la abertura o el cierre o la inmensidad del mundo íntimo.
Su obra queda enmarcada en el realismo como forma de aproximar-se al paisaje que nos rodea. Escenas íntimas, habitaciones interiores por las que se cuelan hilos de luz que tiñen la escena de una atmósfera turbadora que nos evoca hacia la soledad, la introspección y el recuerdo.
La trayectoria de Joan Gardy Artigas está íntimamente vinculada al mundo de la cerámica desde la infancia; un campo en el que experimenta con distintas técnicas y materiales, desde la arcilla y la resina hasta el bronce y la cerámica refractaria. Sus obras comprenden desde torsos y cuerpos femeninos hasta formas orgánicas, construyendo una estética personalmente definida. Como ayudante de su padre, Josep Llorens Artigas, trabajó conjuntamente con Joan Miró. Se formó en la prestigiosa École du Louvre y posteriormente estableció su taller de cerámica en París, donde colaboró con Georges Braque y Marc Chagall. Alberto Giacometti lo introdujo en la utilización de otros materiales dentro de la disciplina escultórica y durante su estancia en Japón aprende las técnicas orientales de la cerámica. Usa la mitología mediterránea de inspiración arcaica para reflexionar sobre la condición humana y la vida. Ha expuesto su obra en la Galería Theo de Madrid y el Instituto Español de Nueva York, entre otros.
Miembro del grupo Cercle d’Art d’Avui, impulsó desde el Cercle Artístic de Sant Lluc varias actividades como los premios Miró o las muestras de arte MAN. Sus ejercicios pictóricos recogen las bases del suprematismo de Malévich; enfrontan líneas —tanto dibujadas como dispuestas en tiras brillantes a modo de collage sobre el lienzo—, colores y sombras para conformar paisajes abstractos llenos de anhelos y alejados de toda tendencia estética y temporal.